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Opinión: El viacrucis de Colombia

El viacrucis de Colombia es su atraso económico, la poca generación de riqueza nacional. Esto no se dio por obra y gracia del espíritu santo, ni por una maldición divina y mucho menos por brujería; la difícil situación de miseria y explotación que viven millones de colombianos es responsabilidad de todos aquellos que han mal gobernado el país.

Colombia tiene un PIB por habitante de tan sólo $7.000 dólares anuales, mientras en América Latina y el Caribe es de $10.800 y en todo el planeta es superior $13.000 dólares. Con la dificultad de que la escasa riqueza que se crea, está concentrada en muy pocas manos al tener un Gini de 0,55 ubicándonos como el tercer país más desigual del mundo vía ingreso.

La situación de desigualdad es peor en la distribución de la tierra dentro de la frontera agrícola, donde el Gini es de 0,87. Esto ha llevado a que el 1% de los propietarios concentran el 47% de la tierra, el 5% concentra más del 70% y el 10% concentra el 81,2%.

Pero, ¿A qué se debe?

A la dirigencia política, anterior y actual, que han mal gobernado el país, la cual ha prorrogado los dos principales males que nos mantienen en el atraso. El primero, es la sumisión a las políticas económicas de los EE.UU, impuestas por organismos internacionales que cuidan sus intereses, como lo son el FMI, Banco Mundial, OMC, OCDE, las calificadoras de riesgo, entre otros.

El objetivo de estos organismos fue el de materializar las políticas neoliberales del Consenso de Washington con privatizaciones, libre comercio, tasa de cambio flexible, endeudamiento extranjero, equilibrio presupuestario con la regla fiscal y el manejo monetario ortodoxo de inflación objetivo. Además de naturalizar que la Embajada y el Comando Sur de los EE.UU interfieran en las decisiones políticas internas de nuestra nación.

Esto hizo que en Colombia se desmantelara la inversión pública, se quebrara la industria y se asfixiara la agricultura en productos semestrales, mientras se especializaba en la producción de bienes primarios tropicales y extractivos con poco valor agregado. Surgió la prestación de servicios no transables y sin valor tecnológico. En síntesis, el país no ha podido desarrollar el capitalismo por tanto crea baja riqueza y ahorro nacional, quedando dependiente del ahorro extranjero incluso, para conseguir los dólares que necesitamos para importar.

De ahí se explica que el 33% de los hogares sufren de pobreza monetaria y el 11,4% está en pobreza extrema, es decir, que ni siquiera les alcanza para adquirir una canasta básica de alimentos. La tasa de desocupados es superior al 10% y la informalidad está cerca del 58%; no sorprende, pero sí indigna, que uno de cada dos trabajadores ganen menos de un salario mínimo. 

Al separar el país urbano del país rural, todas las cifras antes mencionadas empeoran. De ahí se desprende el segundo mal que sigue cargando Colombia, que es el rezago feudal del campo. Aparte de la enorme concentración del 41% de la tierra productiva en latifundios y las importaciones de bienes agrarios como consecuencia del libre comercio, en el campo los productores están en el abandono total. No tienen vías terciarias, servicios públicos, sistemas de riego y ni hablar de acceso a crédito barato con tasa de interés subsidiada para tecnificar la producción con acceso a maquinaria y equipo que aumente la productividad del sector y garantice la necesaria soberanía alimentaria nacional.

Estos rezagos feudales han hecho que cuatro de cada diez hogares en el campo sufran de pobreza monetaria y dos de cada diez padecen pobreza extrema. Aunque la tasa de desocupados es del 8%, la informalidad es superior al 83%. ¡Una barbaridad! Que ha servido como justificación, equivocada, de la violencia estéril que ha hecho todo peor.

¿Qué hacer?

En la academia tradicional u ortodoxa se muestra el capitalismo neoliberal como la salida a la trampa del subdesarrollo. Pero Colombia y prácticamente toda Latinoamérica es ejemplo vivo de que esto no es cierto, se van a cumplir cuatro décadas de neoliberalismo y los latinoamericanos siguen hundidos en la pobreza, desigualdad y violencia.

Por el contrario hay países que han transitado el desarrollo capitalista con un modelo propio de la mano del Estado y, entendiendo que cada nación tiene sus particularidades, el país debe revisar el caso de China, que en 1949 tenía un ingreso por habitante cinco veces menor que el de Colombia y hoy este se ubica en cerca de $13.000 dólares anuales, casi el doble de nosotros. Durante ese mismo período de tiempo, el gigante asiático ha logrado sacar a más de 700 millones de sus habitantes de la pobreza.

Lo primero que hizo China fue unir a la gran mayoría de sus habitantes de diferentes clases sociales, en la idea de desarrollar la producción nacional, porque entendieron que está era la única forma de sacar a millones de hogares de la miseria y mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. 

Para lograrlo decidieron defender su soberanía, sacando de su territorio y toma de decisiones políticas a potencias extranjeras. También se propusieron sacar del rezago feudal la nación. A todo lo anterior se le llamó política de nueva democracia. 

De ahí en adelante la producción privada y pública contó con el apoyo decidido del Estado dando garantías a la mano de obra China. Entre otras tantas decisiones de economía política que podrían ser analizadas en otras columnas.

Seguro que hay más ejemplos de países que lograron crear riqueza y salir del atraso económico, pero lo de China es impresionante porque dejó de transitar el viacrucis de Colombia, unió a sus habitantes y por eso hoy puede hablarle de “tú a tú” a Donald Trump; todo lo contrario a lo que ha hecho el Gobierno Petro y los anteriores, que nos siguen sometiendo a cargar  la cruz del atraso nacional. 

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